viernes, 23 de mayo de 2014

Tablas de logaritmos


En los años cincuen- ta del pasado siglo, los estudiantes de bachillerato elemen- tal que optaban por las ciencias al pasar al bachillerato supe- rior, abandonaban el pesado diccionario de latín Spes, que les acompañó duran- te tres años, y se cargaban con otro libro, a veces más pesado: las tablas de logaritmos.  

  Un par de décadas después, las calculadoras asestaron un golpe de muerte a estas tablas, aliviando así el peso físico en la cartera del estudiante y la pesadez del cálculo con ellas en su mente.  

  Los alumnos, sobre todo en la universidad, se adscribían a una tabla determina- da, como se podían adscribir a una hinchada de un equipo de fútbol. Y deci- mos en la universidad porque allí ya no se podía hablar de seis decimales. Se elegía, por tanto, cualquier tabla de siete decimales (al parecer, importantes en los cálculos astro- nómicos o financieros). Y la mayor parte de ellos llevaban “la Schrön” (o sea, la llamada alemana) o “la Callet” (o sea, la llamada francesa).

   Menor variedad había en bachille- rato. Casi todos los escolares usaban las de Vázquez Queipo, de seis decimales, que alcanzaron las sesenta ediciones. Las fotografías ad- juntas corresponden a un ejemplar de la segunda edición de estas tablas, con dedicatoria manus- crita del autor a su colega D. Ramón Fer- nández Parreño catedrático de la Escuela de Comercio de Sevilla y autor de varios textos.